El monstruo del planeta negro by Ralph Barby

El monstruo del planeta negro by Ralph Barby

autor:Ralph Barby
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ciencia ficción, Novela
publicado: 1979-06-30T22:00:00+00:00


CAPITULO VII

La gran sala del subsuelo del planeta Negro se ensanchaba allí más y más.

La luz del pequeño sol artificial llegaba con fuerza a aquel lugar, en cuyo fondo había un lago de aguas verdosas, un lago que se extendía hasta las paredes de mineral férrico, formando como una porción de cueva o ábside.

Allí, medio protegiéndose de las radiaciones del sol artificial, casi hundido en su totalidad, flotaba algo viscoso por su aspecto.

—Es un cerebro —musitó Clyton, hablando con dificultad—. Un cerebro cubierto por una protección gelatinosa, que él mismo debe segregar.

—Parece que vive en el agua —observó Pierre.

—Bien venidos a mi siniestra prisión, terrícolas.

La voz llegó claramente a los cerebros de los tres, pero no a través del oído; era una comunicación telepática.

Aquel cerebro poseía unos poderes muy superiores a lo imaginable; podía verse incluso el aura que despedía por la continua radiación que emitía.

—¿Estás vivo? —preguntó Clyton, dando por supuesto que aquello que flotaba en el agua, casi sumergido, les iba a entender.

—Sí, estoy vivo y soy muy poderoso. ¿A qué habéis venido a mi prisión, terrícolas?

—Estamos en observación, somos aventureros terrícolas —explicó Clyton—. ¿Por qué llamas prisión a tu medio?

—Es que no estoy aquí por mi propia voluntad. Unos traidores me condenaron a vivir aquí, de esto hará como cuarenta años, terrícolas.

—Hablas como si conocieras nuestras medidas —dijo Clyton.

—Las conozco y os conozco a vosotros. Antes, yo tenía un cuerpo, un cuerpo semejante al vuestro, aunque lógicamente distinto. Los traidores extirparon mi cerebro y lo pusieron en este lago siniestro; creyeron que en poco tiempo me extinguiría, pero yo no iba a resignarme a desaparecer y he crecido. Sí, he crecido mucho, y ya no habrá cráneo capaz de albergarme. He crecido lo que nadie podía imaginar ni sospechar, y soy poderoso, terriblemente poderoso.

Pierre preguntó:

—¿Los escarabajos no te acosan?

—Los escarabajos trabajan para mí. Ellos cultivan los hongos, los abonan, los arrancan y los traen al lago, donde se transforman y yo los asimilo como alimento. Ellos me nutren y me obedecen, yo los gobierno con mi poder telepático.

—¿Has sido tú quien sacudió nuestra nave?

—Sí. yo fui, y podía haber hecho más, mucho más.

—¿Como qué más? —preguntó Clyton.

—Destruirla o lanzarla al espacio, sin que vosotros pudierais controlarla. Sé que sois unos escépticos, pero os conozco mejor de lo que podáis imaginar. Sé que os hacen falta las demostraciones para que lleguéis a creer.

Pierre inquirió:

—¿Qué clase de demostración nos vas a hacer?

De pronto, el voluminoso y pesado Pierre se sintió elevado en el aire, como poseído de levitación.

—¡Pierre! —llamó Clyton.

— ¡No puedo hacer nada, no puedo! —gritó Pierre, dentro de su casco de protección y supervivencia, viéndose trasladado por el aire como si tuviera alas.

Sobrevoló el lago, ante los ojos atónitos de sus compañeros, mientras los tres tenían la impresión de que aquel ser demencial se reía de ellos.



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